Antonio Ríos: «Tener un adolescente en casa es vivir con un miura de 640 kilos detrás de ti. No saques el trapo rojo».

Entrevista con Antonio Ríos, médico y autor de

‘La adolescencia se termina’

Una guía súper práctica para todas las familias que se encuentren en esta tesitura.

 

     Donde antes había un niño adorable y cariñoso, hay de pronto un perfecto desconocido de 11, 12 años, que mira a sus padres incluso con desprecio. Ha comenzado una etapa de la vida que desconcierta y, a menudo, crea malestar en las familias. Antonio Ríos, médico, psicoterapeuta familiar y experto en familias con hijos adolescentes, acaba de escribir un libro donde trata de guiar a padres y madres titulado ‘La adolescencia se termina’ .

En el libro señala que la adolescencia dura cinco años. Pocos me parecen.

Siempre digo cinco, cinco años y medio. Además coincide prácticamente con la etapa educativa de la secundaria y los Bachilleratos o ciclos formativos. Es decir, de doce, trece… A 18 años. Lo que pasa es que la adolescencia tiene su proceso evolutivo, emocional… y todos los cambios que suceden. Cuando acaba la adolescencia, sigue el proceso de maduración del ser humano. Su personalidad, sus rasgos… claro.

¿Y por qué a veces la gente dice que se alarga hasta los 25 años?

No, no. Lo que son los procesos propios de la adolescencia, se dan en esos cinco años. Lo que pasa ya es que lo que acontece después, si tiene un temperamento impulsivo, o tiene un temperamento que es muy chulesco pues eso va a seguir estando ahí y va a ir madurando, creciendo, y eso son procesos de crecimiento personal y de maduración de la personalidad, de relaciones sociales… pero lo que es la adolescencia, lo que acontece, las dos grandes crisis, cuando se dan todos los cambios evolutivos, se dan en esos cinco años, cinco años y medio y coincide con Secundaria y los Bachilleratos o Formaciones Profesionales.

La adolescencia, ¿sorprende de un día para otro? ¿Puede pasar que tengas a tu pequeñín, de 11 años, que es adorable, cariñoso, que te busca… y al día siguiente, a un perfecto desconocido tumbado en el sofá?

Eso sí que se da. Lo que pasa es que no siempre es un día. Lo que digo en las charlas es que generalmente es un verano. Acaba quinto, sexto de Primaria como niña, niño, y empieza Primero de la ESO y ya ha cambiado. Ya no te mira igual. Tú dices: «Aquí ha pasado algo». Un día en una charla un señor me dice: «¿Un verano? El mío fue una noche. Se acostó como niño y se levantó mirándome mal ya». No es tan exactamente así porque la entrada en la adolescencia es la pubertad, que es el cambio fisiológico que te va anunciando que ya llega el proceso emocional y social que va a ser toda la etapa de la adolescencia. La puerta de entrada es la pubertad, que es el fenómeno fisiológico. La descarga de hormonas que hace que vaya cambiando el cuerpo, aparezcan los caracteres sexuales, la sexualidad… es una sexualidad de adulto, pero en cuerpos de 12, 13, 14… aparece todo un proceso emocional en todos los cambios físicos, emocionales, intelectuales, sexuales… Se enamoran por primera vez…

Hablabas antes de miradas, que pueden ser de desprecio, incluso de asco, y que dificultan enormemente una convivencia familiar, con una persona que tenga esa actitud. ¿Cómo se lidia con esas provocaciones? ¿En qué consiste la teoría del toro Miura en casa?

Es una de las grandes referencias que utilizo en mis charlas. Pero es un símil muy plástico, muy gráfico de lo pasa: vivir con un adolescente en casa es vivir con un Miura de 640 kilogramos, con dos cuernos por los pasillos de casa, detrás de ti. A ver, Cuando ves venir a un bicho de 650 kilos a por ti, ¿tú qué tienes que hacer? Irte, desaparecer, no lo quieras torear. Pero claro. Lo siento, pero se da más en el género femenino. Las madres tienden a salir más al pasillo, con el trapo rojo, al quite. Que no, que no puedes torearlo, desparece. ¿Cuándo sacamos trapo rojo? ¿Cuándo hacemos eso? Cuando queremos razonar con ellos, que entiendan lo que decimos, que nos comprendan, que lo compartan, que se den cuenta de que lo que tú dices… es sacar trapo rojo. Pero a un adolescente no le vas a convencer.Le puedes decir tu opinión, y eso es necesario, siempre.

Porque la opinión de los padres se va a quedar por ahí flotando, ¿no?

Ellos necesitan saber, incluso a veces te la preguntan simplemente para decir: «Pues no pienso igual». «¿Qué te parece esta ropa?» A ti te parece fenomenal. Pues va y se cambia. Simplemente quiere saber tu opinión. Y hay que estar. Pero él sabe que esa ropa que a ti te gusta o no, para ellos son criterios de referencia, que en ese momento no van a cumplir. Pero tienen que oír tu voz, tienen que oír tu criterio, tú eres la figura de referencia. El padre o la madre son las figuras de referencia en la vida de un niño adolescente. Ellos tienen que saber tu opinión, no para hacerlo, pero sí saberla.

Estás diciendo dos cosas muy importantes. Una que son ellos los que van a marcar los tiempos en los que quieren comunicarse contigo y dos, que hay que estar ahí, pero de otra forma. Te van a escuchar, te van a oír.. tú tienes que estar ahí, que ellos lo sepan al menos.

¿Comunicarse con un adolescente es posible? Sí, de hecho en mi libro insisto en ello y hay un capítulo donde explico cómo. Pero cuando ellos lo decidan. Que suele ser el lugar más inoportuno, a la hora más intempestiva, que suele coincidir con que tú estás en peores condiciones. Doce de la noche, con el libro en la cama, leyendo, y de pronto entra tu hija: «mamá, quiero hablar contigo». El otro día me comentaba una madre: «de pronto entró mi hijo, se tumbó en la cama, mirando al techo hablando. ¿Y ahora qué hago yo?». Pues escucharle, no intervengas, no emitas opiniones, porque en cuanto le corrijas o digas algo, dirá: «pues ya está, ves cómo no me entiendes?» Y enseguida cortará la conversación.

No hay que utilizar expresiones que se dicen «abrepuertas», que son pequeñas expresiones en las que no dices nada, pero sigues la conversación , por ejemplo: «¿No me digas?» «¿Si?» «¡Anda!» «¡No!» «¿De verdad?» Y ellos contestan: «Sí papá, esto es así». Y te dicen de pronto algo que a ti no te parece bien. Tú ahí no le corrijas. Pero al día siguiente, en el pasillo, sin ninguna medida de siéntate, vamos a hablar, no, no: «Mira, Marta o Juan, lo que ayer me comentaste cuando estábamos en la cama, luego me quedé pensando, y esto que dijiste de aquel profesor, a mi esto no me parece bien, me quedé dando vueltas, piénsatelo», y te vas, no quieras tener ahí una conversación.

Él tiene que saber que eso a ti no te ha parecido bien. Y que esa actitud o este gesto no ha sido adecuado. Ellos necesitan oírte, tú no puedes irte de su vida , que es la segunda cosa que me estabas preguntando. Ellos vienen a comunicarse a la hora que ellos quieren y eso es mágico, no te lo pierdas. En el coche, no les puedes mirar. En la cocina, se sientan de lado, nunca se ponen de frente a ti, porque se sienten intimidados. Pero ellos tienen la necesidad de compartir contigo, de contarte, pero no de que tú aproveches ese momento para corregirle. No, tú escúchale. Las cosas que no te parecen bien al día siguiente, al otro día, se lo matizas. Pero eso es mágico, y si tú le escuchas volverán. Y vuelven, y vuelven. Pero cuando ellos quieran.

Luego es muy importante que los padres de los adolescentes entiendan que tienen que seguir en sus vidas pero de otro modo. Han estado doce años llevándolos de la mano a los campeonatos, animándoles, en las audiciones, en el festival, grabándoles en video… súper orgullosos. ¿El adolescente? Tienes que asistir a todo eso igual, pero de otro modo, ya no es un niño. Si vas al teatro, pues te pones en la fila 10, 12 en adelante. Estás, pero en la penumbra. Que te vea en la sombra, y diga: «Mira mi madre, está ahí al final».

Al final les estás dando el mensaje de «me sigues importando», ¿no?

Eso es. Tú nos importas y estamos aquí, pero de otro modo. Vas a la cancha, te pones en la grada de ahí arriba. Que vea que estás ahí, no te pongas abajo animando como cuando era pequeño. Hay que ir a todo, pero de otra forma. Igual que en casa.

Crisis en casa
En casa parece más complicado, porque sí que es verdad que como saben que tú vas a quererles siempre, te van a contestar a lo mejor mal, o te van a retar… cosa que fuera no van a hacer. ¿Cómo gestionamos eso?

No haciendo problema de esto. Es decir, ellos van a reafirmar su yo, que es una de las crisis que vive el adolescente, que es la crisis de la afirmación del yo, la personalidad ya eclosiona en esta etapa, entonces se hace grande y dice: «Yo ya soy mayor». Ese «ya soy mayor» lo van a afirmar, ¿qué significa esto? Expresar con firmeza ese «ya soy mayor. Y cuando digo eso es lo que yo pienso, lo que yo digo, lo que yo quiero, deseo, organizo, cuando yo organizo». Yo, yo, yo…Esa afirmación del ‘yo’ la van a hacer dentro de casa, frente a las figuras parentales, fuera de casa son todos un encanto. Te dicen: «¿Pero de qué te quejas? Ha venido tu hija y ha sido un encanto, han hecho no sé qué, luego lo han limpiado…» «¿Que la mía ha limpiado? Venga ya». Sí. Fuera de casa, en casa son todos de otra forma, te chulean, para afirmar su yo, para decir: “yo tengo otra opinión”… Basta que le digas: «Ponte esa camisa»; no se la ponen. «Recoge eso», no lo recogen. Porque tú lo mandas. Y ellos deciden: «Lo haré cuando yo quiera».

Respecto al tema del hogar, tareas domésticas… Parece que muchos cuartos de adolescentes son una auténtica leonera cuando el chaval antes colaboraba en casa. ¿Cómo recuperas esa actitud?

Ese es un tema muy común, y hay que ser muy sensato. Ellos a lo mejor de niños han colaborado, han puesto y quitado la mesa, ponían y quitaban el lavavajillas… y de pronto llega el adolescente y decide: «yo lo que hacía de niño ya no lo hago». Su pensamiento es: «No soy un niño, no soy una niña y por tanto no voy a hacer lo que hacía de niño». Hay 3 cosas que le motivan a un adolescente sobre todo, lo demás no le motiva y son su cuerpo estéticamente , su móvil y sus amigos . Lo demás no le interesa.

Está en otro plano completamente.

La cama hecha, la habitación recogida, la ropa sacada al lavadero… ayudar en casa… No lo ven. Hay que hacerlo y lo hacen pero para ellos no tiene ningún sentido ni motivo… Entonces los padres tenemos que aprender a no hacer un drama de esto. Hay chavales que siguen siendo ordenados y siguen haciéndose la cama antes de ir al instituto. Siempre aconsejo a los padres no hacer una historia de esto. Ellos ya no van a hacer las actividades que hacían antes porque eso es de niños .

Negociar, negociar y negociar
Claro, pero para no convertirte tú al final en el asistente personal de tu hijo. ¿Qué hacemos? ¿cómo lo conseguimos?

Hay que intentar ajustar un poco a la realidad de la chica o del chico real, mi hijo. Sí que puede negociando con él se puede hacer esto o lo otro, y ajustar mucho la expectativa negociando con él . Hay que hacer cuatro tareas por lo menos dos sí que hay que hacerlas. Yo empezaría que fueran siempre tareas relacionadas con algo suyo de su vida,, su habitación, su ropa… de forma que si que si se quedan sin hacer, que sea algo suyo. No las cosas de casa en general. Luego también hay veces que también hay que jugar un poco hasta que no tengas la habitación recogida no te voy a dar el móvil, hasta que no tengas esto no vas a poder hacer lo otro.

Y luego hay que dejarles mucho margen para que decidan porque también necesitan decidir . Yo soy mayor y quiero decidir. Y en esa decisión hay que dejarle margen. Por ejemplo: antes de cenar o comer recoge la habitación. cuándo la van a recoger. si cenas a las 9, a las nueve menos cinco. Toda la tarde en tensión, y tú diciendo, y no la recoge, y no la recoge… al final lo hará antes de cenar pero cuándo él diga, es la afirmación del yo. Si tú a un adolescente vas con órdenes, te las va a desafiar. Los padres tienen que aprender a no dar órdenes.

El imperativo categórico… lo dejamos de lado unos años..

Eso es, luego ya lo recuperas. Porque basta que les digas que hagan algo para que te desafíen. O el ya voy, el clásico. lo haré cuando yo quiera.

Las pautas se pueden hacer desde el amor, desde el cariño… ¿Qué hay del contacto físico con el adolescente, que le puede llegar a causar urticaria, incluso?

Eso es.

¿Hay que aceptarlo y punto? ¿O aceptar que va a haber unos años de rechazo?

No tanto de rechazo sino de distancia, que él o ella marcará según su necesidad. De hecho habrá días que estén muy afectuosos o amorosos. Hay adolescentes que lo son fuera de casa es otra casa no son tan afectuosos. Esto es algo que perturba a muchos padres: si en casa es tan afectuoso y luego le vemos en la calle y nos habla con cierta distancia, altivez, ¿cómo es posible? y es porque está con sus iguales. Y no se comporta como en casa. No pasa nada, hay que entenderlo que es así, igual que si ves a tu hijo en la calle, que va con sus amigos y hace ademán de no darte un beso. No vayas a darle un cariño o un abrazo. En público no, si el hace ademán sí, pero si él ha decido no darte un beso delante de sus amigos, no se lo des. Con un adolescente hay que aprender a pararse a un metro veinte, que es la distancia de la seguridad social . Ni le arregles la ropa, ni le toques el cuello… Nada. Y más de tres preguntas tampoco le hagas.